Responsabilizarnos de nuestro deseo
Es fácil escuchar personas resignadas cuando hablamos de deseo, sobre todo cuando hablamos de una pareja de larga duración, porque parece que otras cosas se priorizan y que es ley de vida que el deseo y la pasión se esfumen.
La vivencia de la sexualidad, cuando se percibe como satisfactoria, no genera la felicidad completa, en la vida influyen múltiples factores; pero si bien es cierto, que la cuando la sexualidad se siente como insatisfactoria, tiene consecuencia en muchos ámbitos de nuestra vida como es la pareja, nuestra autoestima, nuestro estado de ánimo, etc.
Nuestro deseo es normalmente fluctuante, y depende obviamente de las circunstancias vitales de cada cual, es obvio que si tenemos una situación estresante o preocupante, que si pasamos una etapa en la que convivimos con la enfermedad a nuestro alrededor, si hay alguna circunstancia vital que vamos a cambiar, etc., pues no estemos tan pendientes de nuestro deseo.
Pero si bien es cierto, estas circunstancias no duran toda la vida, e incluso, el deseo sexual puede ayudarnos a vivirlas de una manera más positiva, por ejemplo, permitiéndonos desconectar y relajarnos.
Al deseo hemos de darle el lugar que se merece, puesto que sabemos que las personas que tienen deseo sexual perciben también mejor bienestar subjetivo. Relegar el deseo a no se sabe que plano de la vida, es relegarnos a nosotros mismos como seres sexuados que somos.
Hemos de entender que los deseos de hombres y mujeres se pueden compaginar pero son diferentes. El hombre tiene un deseo finalista, es decir, que persigue que se extinga con el orgasmo; sin embargo las mujeres, parecen tener más posibilidades sobre ¿qué hacer? O ¿para qué? Como por ejemplo, el deseo de encuentro erótico, deseo de ser tocada o estimulada, deseo de acariciar a otra persona (sin más, por la satisfacción de la suya o propia), o deseos de generar fantasías. Esto no quita que los hombres no tengan este tipo de deseo.
Entender que objetivos o que necesidades necesitamos cubrir o para que tenemos nuestro deseo es fundamental para la satisfacción sexual, pensar sobre nuestras motivaciones, nuestros impulsos sexuales, sobre qué circunstancias favorecen el deseo y cuales lo apagan, reflexionar si estoy actuando a favor o en contra de mis valores y/o creencias, y si estos valores y/o creencias son los que realmente me hacen feliz y me hacen sentir bien o son los que la sociedad me impone.
Trabajar en beneficio de nuestro deseo puede ser un camino de descubrimiento personal y sexual, que favorece nuestra autoestima y nuestra autoeficacia percibida y nos hace ser más consciente de quienes somos como personas.
Escrito por: María Álvarez, AN08209.
Fotografía: Christopher Campbell.