"Se me cae la boca de tanto decirlo". Instaurar conductas y hábitos positivos en los hijos.

27.04.2016

La tarea de ser madres y padres, no es asunto sencillo, educar es algo complejo y muchas veces difícil, se requieren altas dosis de paciencia, amor, compromiso, responsabilidad, motivación, empatía y honestidad.

He escuchado a muchas madres y padres decir que no saben qué hacer con sus hijos, que están cansados de repetirles las cosas, padres y madres que se sienten frustrados y agotados muchas veces, tienen muchas responsabilidades (casa, crianza, trabajo, compromisos familiares, enfermedades, etc.), influyendo muchas veces esto en sus relaciones de pareja y en el tiempo en que ambos dedican al ocio y tiempo libre como personas individuales.

Pues bien, cuando asumimos la crianza de un hijo, asumimos un compromiso enorme con la vida de otro ser, cuando son pequeños padres y madres serán la principal referencia conductual y emocional para los niños y niñas, cuando crecen y son adolescentes los padres pasan a un segundo plano (que a veces cuesta asumir), puesto que los chicos y chicas, se encuentran en un momento vital de búsqueda de identidad, sus procesos mentales se vuelven más complejos, y necesitan más autonomía para verificar de alguna manera quienes son.

Por tanto, es muy importante lo que los niños y niñas aprenden y ven cuando son pequeños, puesto que muchos de los mensajes que recibimos cuando somos pequeños, los grabamos de manera inconsciente en nuestro cerebro, y jugarán un papel importante en el desarrollo y futuro de esta persona.

Los padres y madres, son fuente de valores, conductas y emociones, son el principal apego cuando somos pequeños, por tanto son nuestro puerto de refugio al que acudir si se está mal, porque están disponibles para acoger y dar cariño, debido a esto cuando un niño siente un vínculo seguro con sus padres, tendrá la posibilidad de decidir explorar el entorno y sentirse independiente, sabiendo que sus padres y madres estarán disponibles para cuando les necesite, por tanto, hay que ser consecuentes con lo que enseñamos a los hijos/as, y ser sensibles a sus necesidades emocionales, no es lo mismo el llanto que una rabieta, el primero es una conducta de ansiedad ante lo que el niño/a considera una amenaza, y por tanto, es una conducta que hay que calmar, emitiendo seguridad y cariño, para después poder naturalizarlo y evitar que vuelva a sentir lo mismo o en menor magnitud en el futuro; y la segunda, es una conducta de llamada de atención ante una poco tolerancia a la frustración, por no satisfacer sus deseos de manera inmediata, por tanto es una conducta que hay que ignorar.

A continuación, voy a proponer unas claves para ir generando hábitos positivos en hijos e hijas:

1. No etiquetar: "Eres...", como padre intentar ser consciente con el discurso que das, piénsalo antes, no definas a tu hijo con un adjetivo, haz referencia a la conducta, por ejemplo, en vez de decir "eres un mentiroso", pregunta "¿por qué has mentido?".

2. Reuniros en familia, y proponer unos hábitos que consideráis positivos y adecuados para mantener la armonía del hogar, según la edad de tus hijos las responsabilidades serán mayores o menores, participad todos en las responsabilidades de la casa, daréis ejemplo, y enseñareis valores como el cuidado de las cosas, el trabajo en equipo, la responsabilidad, etc.

3. Refuerza lo positivo, muchas veces (como en muchos ámbitos de nuestra vida), parece que sólo vemos lo negativo, obviando actitudes positivas o dando por hecho que hay que tenerlas.

4. Cuando propongáis hábitos, centraros en conductas positivas, específicas y operativas, es decir, "ser limpio" o "tener tu cuarto ordenado" son frases muy amplias que pueden abarcar muchas cosas, es más sencillo utilizar normas como "tener toda la ropa guardada en el armario", "recoger la mesa después de comer", "lavarse los dientes tras cada comida", "poner la ropa sucia en el cesto", etc.

5. Ofrecerles vuestra ayuda para llevar a cabo estas conductas: al principio, puede ser muy beneficioso, dedicar tiempo con ellos para ayudarlos en sus primeras responsabilidades, captarán el compromiso y la ayuda.

6. Dejar claras las consecuencias y llevarlas a cabo, previamente es conveniente establecer las consecuencias de no cumplir con las responsabilidades, estas deben ser consecuentes con la conducta que queremos potenciar, y que sepáis qué vais a cumplirlas, no hay que dar más explicaciones que remitirnos a nuestro cuadrante de hábitos.

7. Recompensar los hábitos y los esfuerzos, pequeños refuerzos tras las conductas (porque sino estos pierden validez y también la motivación del niño o la niña se desvanece), los refuerzos no tienen por qué ser materiales, es más, mejor que no lo sean, actividades en familia, comidas especiales, etc., son ideales; y finalmente, una recompensa algo más trabajada tras una buena semana (tampoco tiene porque ser material).

8. Dedicar tiempo a jugar con ellos: muchos niños echan de menos el pasar más tiempo con sus padres y madres, tiempo en el que jugar, dejar volar la imaginación y potenciar la creatividad, reírse y divertirse juntos, como padres, a veces es gratificante dedicar un tiempo a volver a ser niños por un rato.

Por último, recordad que la paciencia hay que cultivarla, y como todos, habrá altos y bajos, pero hay que comprometerse para educar a personas independientes, seguras de sí mismas, que entiendan el valor del esfuerzo, valientes y luchadoras, que asuman las consecuencias de sus actos, que se comprometan consigo mismo y con la ayuda a los demás, personas libres y respetuosas, conscientes de quienes son.

Escrito por: María Álvarez, AN08209